Por: Ana María Arango
Procedentes de Barcelona, los Claretianos llegaron a Quibdó en 1909. Cinco miembros de esta congregación se embarcaron por el río Atrato y al llegar a puerto iniciaron una arriesgada labor misionera con las comunidades negras e indígenas de los bravos montes y riberas.
La llegada de los claretianos significó el comienzo de una nueva etapa de educación para la población y la música fue una de las principales herramientas de adoctrinamiento. La iglesia vio en la música una herramienta fundamental para la divulgación de la fe católica.
En 1935 llegó a Quibdó Isaac Rodríguez, sacerdote español nacido en León. Con la llegada de Rodríguez la educación musical se convirtió en un eje fundamental del proceso evangelizador de la Diócesis de Quibdó. En 1948 este sacerdote formó un coro de hombres y luego la escuela parroquial de música.
El coro y la sistematización y estructuración de la escuela de música a cargo del Padre Isaac Rodríguez hicieron que la doctrina musical de Quibdó se personificara en él, a tal punto que todavía después de más de veinte años de muerto los pobladores del municipio siguen considerando al sacerdote como el máximo estandarte de la educación musical chocoana. Las crónicas de sus alumnos más cercanos dejan ver fuertes sentimientos frente a él. Se le venera como un “padre” y como un “santo” a pesar de sus incontables castigos y prohibiciones en el proceso de enseñanza.
El discurso eclesiástico en el Chocó asume la música como un don especial de la gente negra chocoana, un diamante en bruto que se debe pulir mediante los valores tanto éticos como estéticos de la fe católica.
Los discípulos de la escuela del Padre Isaac consideran que ésta era realmente una sede de la “Escuela Española”. Los conocimientos que se impartían en ella eran los contenidos en los manuales del Conservatorio de Madrid y eran los que el padre consideraba “verdadera música”.
El método del Conservatorio de Madrid fue el utilizado en la escuela de la Catedral para aprender solfeo e interpretación. Las estrategias pedagógicas del padre Isaac son definidas por sus alumnos como “rigurosas” y “ortodoxas”. Y por esto mismo, la escuela se convirtió en un espacio para pocos privilegiados. Su método fue un filtro que permitió sólo a unos pocos acceder un mundo espiritual, letrado, culto y -sobre todo- “europeo”.
Este tipo de escuela musical no es exclusiva de Quibdó. Todos los centros coloniales en los cinco continentes y en los cuales se implementaron la religión católica y protestante, tienen una historia musical muy similar: priorización de unos valores éticos y estéticos europeos, exclusión o “satanización” de las expresiones propias, implementación de nuevos instrumentos y nuevos repertorios, colonización de unos espacios mediante el uso de ellos con la música y legitimación de unos métodos y estrategias pedagógicas sobre otras dentro de la institucionalización de un canon que “se lee y se escribe”.
Paradójicamente quienes pasaron por esta escuela son ahora máximos exponentes de la música popular. La necesidad de expresión de su ritmo, su corporalidad y su histrionismo, fue más fuerte que las prohibiciones y advertencias del cura. Por eso, los chocoanos aprovecharon lo aprendido en esta “escuela europea” para ser mucho más flexibles, virtuosos musicalmente. Como dicen por ahí… nadie sabe para quien trabaja.
Los alumnos del padre Isaac son actualmente músicos reconocidos no solamente en el Chocó sino en el panorama de la música popular colombiana: Neivo de Jesús Moreno(director de Golpe de Amporá), Octavio Panesso (director del grupo Saboreo), Leonidas Valencia (director de la Contundencia), Cecilio Lozano (director del Negro y su Élite), Alexis Lozano (director del grupo Guayacán), Jairo Varela (director del Grupo Niche), Cesar Córdoba (profesor de Batuta y Mama U), Heriberto Valencia (profesor y director Coral de la UTCH), Cesar Murillo (profesor del Colegio Carrasquilla), entre muchos otros.
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