lunes, 23 de agosto de 2010

El Petronio: entre aires y desaires (columna publicada en Chocó 7 Días)

Las músicas del Pacífico son sin duda las protagonistas de un movimiento cultural que ha tomado tanta fuerza, vitalidad y visibilidad que trasciende los espacios institucionales, los caprichos de los medios y las voluntades políticas. La Alcaldía de Cali, ha entendido perfectamente esta realidad y por esta razón ha convertido El Festival de Música del Pacífico“Petronio Álvarez” en una puesta en escena más que digna, absolutamente espectacular. Por este motivo, este evento hace mucho pasó de ser el punto de encuentro de las colonias, a ser una fiesta de la ciudad y un apasionante y seductor escenario para Colombia y el mundo. Pero más allá de ser un encuentro musical, el Petronio es también una acción afirmativa en la que los movimientos sociales, las políticas públicas y los proyectos productivos locales encuentran una oportunidad para su desarrollo y posicionamiento.

Todo este “boom”, o en palabras del profesor Jaime Arocha “etnoboom”, se acompaña a su vez de una serie de pérdidas; detalles grandes o pequeños que extrañamos fuertemente quienes vivimos el Petronio desde sus primeras versiones en el Teatro al Aire Libre “Los Cristales”. El encuentro de las colonias, los remates en donde casi todos se conocían o querían conocerse, la presencia de los niños y el aire familiar en general, han dado paso a las cámaras, las multitudes, las notas de farándula y las pantallas gigantes. Pero estas multitudes ven proyectadas en dichas pantallas manifestaciones tan originales y vernáculas como los violines del Cauca o la chirimía de San Antonio de Guapi y comienzan a escucharlas, respetarlas y entenderlas. Así, tras grandes pérdidas existen a la vez grandes ganancias.

Por esta razón, vale la pena asumir este evento como un enorme reto en donde verdaderamente se exponga la riqueza, diversidad y calidad de las músicas del Pacífico Norte. Y por esta razón, es fundamental que el Festival considere la inclusión y/o visibilización de otros formatos instrumentales de este territorio como el tamborito y el sexteto, con el fin de revitalizarlos y darles reconocimiento. Como lo he mencionado en este mismo espacio, la música y sus contextos no existirían de no ser por músicos de carne y hueso que a su vez representan poblaciones, culturas, y formas de ser y de existir en el mundo. Toda festividad es política y, como tal, cuenta con el poder de reconocer y legitimar a unas manifestaciones sobre otras, a unos pueblos sobre otros.

Finalmente, en la misma línea de reflexión sobre las pérdidas, las ganancias, la representatividad y la espectacularidad, cabe decir que todos estos esfuerzos carecerán de fundamento si a los músicos, que son la razón de ser del festival, no se les da el lugar y el tratamiento que merecen. Nuevamente han llegado a hoteles baratos y en pésimas condiciones y este año, muchos de ellos,al terminar su función no pudieron entrar a la plaza para ver el espectáculo. Estos desaires pueden empañar lo logros del evento y convertirlo en un espacio “exotizador” y por lo tanto elitista: una moda pasajera de una política local con “aires de grandeza”.