En la vida musical del Chocó, la fiesta patronal de San Francisco de Asís (San Pacho) es el escenario más significativo. En ella, se reproducen las estructuras de la fiesta religiosa colonial, pero a la vez el baile y el jolgorio de la percusión africana hacen presencia, y los cuerpos inundan las calles con impulsos frenéticos.
En el rebulú, esa última etapa del desfile de cada barrio por las calles de Quibdó, la gente se reune, se aglomera y baila sin parar. La lluvia no es un impedimento para hacer de cualquier esquina el mejor de los escenarios. No hay sillas, no hay nada que nos indique en dónde comienza y dónde termina el límite entre los músicos y quienes los escuchan.
La música se apodera de todos y cada uno de los espacios. Los músicos de las chirimías caminan por las calles y arrastran a su paso a las multitudes. En plena calle, rodeados de carros de madera con frutas, verdura y pescado, rodeados de cuerpos sudorosos, lluvia y casas de puertas abiertas, los músicos comienzan su interpretación e inician una competencia que puede durar más de doce horas. Los músicos, en la interpretación de los vientos o de los instrumentos de percusión, demuestran su hombría, su capacidad de resistencia y su virtuosismo musical. Este es el rebulú: la gran escena.
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