miércoles, 30 de diciembre de 2009

Cultura de las masas, artes y empresa

Por: Leonidas Valencia Valencia

Podemos entender “la cultura” como aquella concepción de la realidad y sensibilidad adquirida socialmente, que orienta a los individuos en distintas situaciones en el transcurso de su existencia. La cultura es por lo tanto un cúmulo de experiencias propiciadas por el efecto de la tradición, siendo el individuo un miembro del grupo que interioriza y valora las situaciones frente a su propia realidad. Desde otra óptica hace referencia al conjunto de los modos de solución de problemas existenciales ya sean heredados, desarrollados, aceptados y mantenidos por el grupo social: tecnología, productos materiales, conocimientos, religión, arte, etc.

La humanidad, luego de haber transitado por diversos cambios, ha expandido su cultura hacia el ámbito político y económico. Las nociones convencionales de cultura han sido recicladas, dejando de lado el contenido de la misma. Actualmente somos testigos de la forma en que “la cultura” se encasilla en la rápida y feroz globalización y es considerada un “recurso”. En este sentido la sociedad chocoana debe estar consciente de los circuitos prácticos, de las movilidades y movilizaciones de los hechos culturales. La sociedad globalizada ha transformado lo que “entendemos por concepto de cultura y lo que hacemos en su nombre”.

La relación entre la esfera cultural y la política o entre la esfera cultural y la económica, no es nueva. La “cultura”, comprendida dentro del campo de las artes, es el ámbito donde surge la “esfera pública” en el siglo XVII como medio que internaliza el control, social a través de la disciplina y la gubernamentalidad. Durante los siglos XIX y XX; a través de la cultura se determinó que las personas poseían “un valor humano” proporcionando una elevación ideológica. También en el plano económico Europa fue testigo de la creciente sujeción del artista y del escritor al imperativo comercial, en este contexto y con la aparición de nuevas tecnologías (litografías, fotografía, el filme y la grabación del sonido), algunos críticos llegaron a definir el arte en oposición a lo comercial, una vez las artes ya no restringidas, se difundirían literalmente en toda la estructura cívica, encontrando un lugar, en una diversidad de actividades dedicadas al servicio de la comunidad y al desarrollo económico desde programas para la juventud y la prevención del delito hasta la capacitación laboral y las relaciones raciales muy lejos de las tradicionales funciones estéticas del arte.

Existe una tendencia a legitimar las expresiones culturales a partir de su utilidad; se pluralizan los contactos entre pueblos diversos y facilita las migraciones usando la cultura como expediente nacional; y este factor determina que el arte se expanda y se consoliden las multinacionales que mueven astronómicas sumas de dineros, que mueven grandes transacciones financieras, generación de empleo, en donde el arte y la cultura son generalmente interesados.

Lo nacional popular preserva el viejo disco de darle a la cultura un fundamento unificador, ya sea de clase, raza, historia o ideología; pero cuando la cultura empieza a desterritorializarse, cuando se hace más compleja y variada, asume todas las heterogeneidades de la sociedad, esto es, se industrializa y se masifica, pierde su centro y se llena de expresiones light y transitorias. Des esta manera se establece una mirada a las expresiones culturales y artísticas según la pluralidad de lo moderno y nos resulta que los encargos del desarrollo ya no miran solo lo económico, sino también lo social y lo cultural como elementos primarios.

La cultura se transforma efectivamente en un recurso en la medida en que se le instrumentaliza tanto por razones económicas, como sociales; la coincidencia del desarrollo tecnológico con la virtualizacion de los recursos para acumular capital hace de la cultura como expediente un fenómeno casi inevitable. La imbricación de la cultura en la economía en la solución de problemas sociales constituye un fenómeno coyuntural. La libertad de producir bienes y servicios culturales, sin pretender transparentar (cultura y libre comercio) la cultura fluye libremente pero esencialmente el comercio o las transacciones comerciales se ocupan de los producidos culturales (artísticos) y la cultura depende del contexto, de la política cultural, nacional o local; de las tradiciones artísticas y académicas, de los estudios culturales, del discurso político; a las artes, a los medios masivos, a los rituales y otras prácticas que permiten a las naciones o a los grupos sociales minoritarios reproducirse simbólicamente, a las diferencias por las cuales, ciertos grupos normalmente identificados como subalternos se distinguen de los grupos dominantes o se resisten a ellos. El libre comercio desempeña un papel importante en la redefinición de ciertas dimensiones tales como LA IDENTIDAD que en medida afectan las nuevas tecnologías y los valores, la Constitución de la comunidad, identidad, solidaridad, las prácticas artísticas. El producto y los países subdesarrollados propicia una transformación es un fórmula para designar la continuidad de una memoria histórica inestable que hoy se está reconstituyendo en interacción con los referentes culturales trasnacionales, convirtiéndose en una internacional popular o transnacional popular. El libre comercio se trata de una estrategia comercial para construir competitividad a través de políticas de diversificación empresarial.

El libre comercio y la cultura ha puesto de manifiesto que hay vuelta atrás con respecto a los usos convenientes de la cultura (arte sin fronteras) más que mirar hacia atrás señala el camino para ocuparse de los problemas que en definitiva se relacionan con la política cultural; demostrándose que las cuestiones comerciales y las iniciativas no gubernamentales son vehículos propulsores de política cultural y que también la hacen las corporaciones, los medios masivos, las fundaciones, los políticos y en algunos casos los ciudadanos.

La historia contemporánea de Colombia ha estado marcada por una continua tensión entre dos fuerzas profundamente enraizadas, por un lado una violencia progresiva y feroz que se ha apoderado de todos los espacios cotidianos y por otro lado una búsqueda social, con esa necesidad de construir espacios colectivos que oxigenen el sentido de la tolerancia política y social; la institucionalidad manchada por dineros ilícitos de organizaciones o mafias desacreditan al Estado y surge un individualismo rapante que oprime esos anhelos de desarrollo en paz y sana convivencia, en donde a través del desarrollo de una verdadera política cultural al servicio del pueblo puede influir positivamente en lo social, oxigenar lo económico y disminuir el crecimiento de los grupos irregulares que afloran por todas partes y se vive un círculo vicioso en donde las ideologías brillan por su ausencia.

A los territorios culturales hay que mirarlos como el resultado de la apropiación simbólica expresiva del espacio; geógrafos, historiadores y economistas suelen prestar poca atención a la dimensión cultural del territorio; pero a partir del surgimiento reciente de la llamada geografía de la percepción, estrechamente ligada a la geografía cultural que concibe el territorio como lugar de una escritura simbólica. El territorio no se reduce a un mero escenario o contenedor de los medios de producción y la organización del flujo de mercancías capitales y personas, sino que también es un significante denso de significados y un tupido entramado de relaciones simbólicas. Desde esta perspectiva la cultura sería una dimensión simbólica expresiva de todas las prácticas sociales.

La región posee un carácter extremadamente alusivo, es un representación espacial confusa que recubre realidades extremadamente diversas, en cuanto a su extensión y contenidos. Por lo general se reserva este término para designar unidades territoriales que constituyen subconjuntos dentro del ámbito de un Estado o Nación, tratándose de una subdivisión intranacional; así, en términos generales podemos afirmar que la región viene de ser un espacio geográfico más amplio que una localidad pero menor que a la correspondiente a un estado – nación recubriendo realidades muy diferentes estas regiones.